La Bella Durmiente del Cementerio General de Reina, en Cienfuegos
Durante más de ocho décadas, el Cementerio General de Reina fue el único camposanto del que podían disponer los cienfuegueros; morada última en la que reposan los restos de aquellos que vivieron y edificaron, primero, la Villa de Cienfuegos, luego la ciudad de igual nombre. Numerosos son los valores tangibles de este vergel, único de su tipo en el país y Monumento Nacional, desde 1990, sin embargo, propongo acercarnos a un mito nacido en los predios del Cementerio General de Reina que, más allá de la especulación propia de este tipo de relatos, sobresale por su fuerte arraigo popular, sobre todo para los pobladores de la zona donde se encuentra ubicado.
El mito de “La Bella Durmiente” constituye una de las narraciones con que más se identifican los vecinos de la barriada de Reina, en la zona oeste de la ciudad de Cienfuegos. Con el nombre de “La Bella Durmiente” se reconoce, tanto la escultura como la historia de una joven que murió de amor, esperando la llegada del novio que nunca regresó o que, acaso encontró la muerte, a consecuencia de la mordida de una serpiente. En la imaginería popular el envenenamiento causado por flores, también se incluye entre los factores probables que dieron al traste con el deceso de la muchacha que, por último, estando embarazada, pudo caer por las escaleras de su casa y quedar sin vida, al pie de la misma, aunque incólume su belleza. Pero… ¿a quién nos referimos al hablar de “la muchacha”?, ¿dónde comienza el mito y termina la historia real?, ¿de qué escultura estamos hablando?
Las interrogantes son contestadas por la investigadora, museóloga y especialista Carmen Rosa Pérez, quien forma parte del grupo de trabajo “Cementerios” de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos: “La “Bella Durmiente” es el nombre que la voz popular le ha dado a una escultura pero no es una persona: María Josefa Álvarez Mijares y Miró era una muchacha de 24 años que se casa con el arrendatario del Hotel “Unión”, la instalación hotelera más representativa e importante del siglo XIX, en Cienfuegos. Embarazada y con 8 meses, convulsiona y, a pesar de la intervención del médico de la familia, fallece, sin llegar a dar a luz. Su muerte tiene lugar como consecuencia de un ataque de eclampsia urémica, de manera que nunca llega a saberse si la criatura sería hembra o varón.”La prematura muerte de María Josefa constituye el punto de partida para el nacimiento de la leyenda de “La Bella Durmiente”, nombre con el que, también se reconoce la escultura emplazada en la sección D, del Cementerio General de Reina, encargo del amante esposo, Vicente González, en su memoria: “Él viajaba mucho, era una persona rica, y suponemos que, en una de esas travesías, encontrara en el Cementerio de Staglieno, en Génova, Italia, una escultura que le llama la atención, realmente exquisita. Esta escultura tiene una figura femenina recostada a una cruz, y sostiene en su mano izquierda una serpiente y en la derecha tres flores de amapola; todo parece indicar que él mandó a hacer una copia de la misma, también en mármol de Carrara. A la que se encuentra en el Cementerio General de Reina se le añade un medallón con el rostro de María Josefa, y la diferencia entre ambas es sólo una ligera inclinación de una a la otra”, apunta la investigadora.
Más de un cienfueguero, más de un cubano diría, ha escuchado hablar de “La Milagrosa”, otra hermosa escultura localizada en el Cementerio de Colón, en la capital cubana, a la que se atribuye la concesión de deseos a mujeres embarazadas o con problemas para concebir. ¿Habrán encontrado los lugareños un refugio espiritual en “La Bella Durmiente”, atendiendo a la notable semejanza en las historias de vidas de las jóvenes que dan lugar a estas leyendas?“María Josefa muere de 24 años, Amelia Goiry también; los esposos de ambas comparten uno de sus nombres: uno Vicente y el otro, José Vicente. Ambas mujeres mueren como consecuencia de un ataque de eclampsia urémica. En cuanto a las edades de los cónyuges, es de aclarar que en el caso de María Josefa y Vicente González, él era mayor que ella y su matrimonio fue aceptado sin dificultades por las familias respectivas; en el caso de Amelia, sí hay ciertas discrepancias entre las familias, lo que supuso no pocos obstáculos que salvar a los jóvenes amantes quienes, finalmente, se ven separados por la muerte. De “La Milagrosa” existe una infinidad de testimonios que relatan su intervención y el llamado de su esposo, a través de las argollas de la tapa de su bóveda, para hablarle pero sin darle nunca la espalda al despedirse; del cienfueguero, también cuentan que le hablaba a su amor perdido pero sin tocar.”
Consideraciones científicas aparte, queden para los más incrédulos, los datos históricos y las precisiones estilísticas; a los menos apegados a la realidad documental, la posibilidad de ser entes activos en el proceso de transmisión de un conocimiento que acompaña y completa la información visual, tangible de un determinado período de historia local y sus protagonistas.
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